Es el emergente coworking, una fórmula importada de EEUU con la que los profesionales independientes que trabajan para diferentes empresas o sectores se unen y llegan incluso a alquilar oficinas conjuntas para no tener que trabajar desde sus casas o afrontar individualmente el pago de una oficina.
El cotrabajo no sólo se reduce a compartir lugar de trabajo, gastos de luz, de alquiler y de conexión a Internet. Se logra un entorno laboral que cuenta con infraestructuras diferentes a las de las propias casas, ya que por norma general, los espacios de cotrabajo cuentan con salas de reunión a disposición de los usuarios, proyectores de vídeo, fotocopiadoras y demás artículos de los que normalmente un hogar no dispone, ayer lo ví en Bilbao y me pareció un sitio excelente se llama Agora.
Sin embargo, no es un centro empresarial, ya que quienes trabajan para diferentes empresas no se encuentran aislados ni separados entre sí: Entre los ocupantes de los despachos de la incubadora no suele haber mucha comunicación; cotrabajar, en cambio, es disponer de un espacio abierto, lleno de gente de diversas disciplinas con la que poder colaborar y generar sinergias.
En muchas ocasiones, los usuarios de estos espacios de coworking colaboran entre sí, se traspasan contactos y clientes e intercambian experiencias y consejos.
El perfil predominante entre los cotrabajadores es el de personas dedicadas al sector servicios y con una edad comprendida entre los 40 y los 54 años, aunque cada vez se están uniendo más jóvenes de entre 29 y 39.
El coworking permite reducir gastos a muchos trabajadores, y en EEUU ya hay muchos empleados que han pactado con su empresa trabajar desde sus casas o desde centros de este tipo 2 ó 3 días por semana para disminuir los gastos en kilometraje.
Cada vez está ganando más adeptos en Europa y quién sabe si llegará a convertirse en el modelo de trabajo del futuro.
De aquí a unos años cada vez se va a hablar mas de ello.